- VINDICTA BENDITA - CAPITULO I



Realmente es bella se repetía constantemente tratando de engañar a su racionalidad mientras tomaba un vaso lleno de Glenfiddich con hielo. Al terminar tan largo trago concluyó que era divinamente hermosa. Levantó su mirada y sintió un ligero mareo, un simple mareo de amor. Esos ojos eran los más hermosos y verdes que jamás había visto. Ella le sonrío abiertamente, con unos dientes tan blancos que el pensó que podían ser los de una virgen. Le dominó un incontenible deseo de orinar al aire libre, salió del bar, y mientras miraba al firmamento, con el debido cuidado para no mojarse los zapatos, disfrutó del sonido que produce el líquido contra el pavimento; el mismo solitario placer del Cro-Magnon. Se arregló despreocupadamente el cabello y volvió a entrar, esos verdes ojos seguían allí, mirándolo...¡A él! Los labios dibujaron una sonrisa sin enseñar los dientes. Por Dios no otro divorcio, pensó, mientras un fuerte impulso lo lanzó hacia el lugar donde ella estaba. Así de jodido es el amor, por lo menos esta clase de amor en el que se involucra el color de los ojos y se relaciona a los dientes con la virginidad,.
-Permítame invitarle a un trago.
-Gracias- respondió ella mientras le señalaba la silla con un gesto de su boca.
Él la examinó rápidamente de pies a cabeza y comprendió que se había equivocado; los senos eran lo más hermoso que tenía aquel ángel. Parpadeó rápidamente, sintió la curiosidad de lo que sentiría al acostarse con ella. ¿De qué color tendría sus pantaletas? Se preguntó mientras ordenaba dos tragos.
- Me llamo Carlos y ¿Tú?.
- Realmente no tiene importancia, a menos que quieras imprimir mi nombre en las invitaciones para el matrimonio- su mano rozó ligeramente la de él- es sólo una pequeña broma...relájate...mi nombre es Manuela, y ese es mi verdadero nombre y para acortar una o dos preguntas, añadiré que soy soltera y que vivo sola, y...¿Tú?.
-¿Yo?...pues, soy un ser privilegiado, disfruto de la libertad de un soltero y aprovecho de la experiencia de esos seres oprimidos por el más antinatural de todos los estados que humanamente te puedas imaginar: el matrimonio. –Miró al cielo como pidiendo permiso para continuar. –Soy divorciado, o si tú prefieres un hombre de mundo que cometió un pequeño error propio de la juventud. Por otro lado es de suponer que vivo solo, mis ideas apestan para mucha gente, aparte de que soy un solitario empedernido. –Tomó un trago y miró fijamente aquellos grandes y bien formados senos, se sintió hipnotizado; de pronto recordó el terrible desorden reinante en su departamento, pero ella vivía sola y eso le hizo respirar más tranquilamente; pues sería en el de ella.
- Parecería que es mi día de suerte, encontrarme con un hombre disponible y experimentado no es cosa de todos los días y mucho menos uno dispuesto a llevarme a la cama. Sonrió con sus hermosos dientes por delante, él también trató de sonreír pero en realidad fue una mueca de perro con sarna en las nalgas. –El único problema es que nunca antes he tenido una experiencia, pero creo que tú eres el adecuado- volvió a sonreír, esta vez mordiéndose el labio inferior.
- Bueno...no es necesario que te burles de mí, yo pretendía invitarte un trago y disfrutar por unos minutos de tu conversación, te pido mil disculpas si te ofendí –parecía que estaba confesándose y mostraba una disponibilidad franciscana para cumplir la penitencia. -Mira, yo también soy virgen y no es razón para avergonzarse, eso es un estado del corazón, una disponibilidad del alma, nada que ver con lo material.
Se miraron fijamente. Me cree un imbécil...ella es tan virgen como mi bolsillo, pensó, mientras bebía el resto del trago de un sorbo y levantaba la otra mano triunfalmente para pedir otra rueda de tragos.
- La verdad es que me siento decepcionada, te juzgué como un hombre de decisiones arriesgadas y prácticas, por un momento pensé que me arrastrarías hasta tu departamento o al parqueadero, me besarías y te aprovecharías de mí, pero me das un discurso de los problemas del corazón y por lo visto piensas conversar toda la noche, al son de unos tragos, del tema favorito de los borrachos: la miseria humana. Pienso que no son sólo tus ideas las que apestan, también es tu estúpida pose de macho impotente.
Ella hizo el intento de levantarse, más que eso, fingió partir. Sus ojos se curvaron hasta que adquirieron una dolorosa posición; era un martirio en verde, una mujer tentando al destino. El...se levantó nervioso, tan rápidamente como si de la velocidad dependiese su vida. Realmente es bella, pensó y tomó su mano tan suavemente que por un instante se sintió como un niño buscando protección en su madre.
-¿Deseas bailar?- preguntó firmemente mientras la obligaba a levantarse a la pista.
-Sí, me encanta el baile, realmente me encanta. Respondió, mientras sus ojos volvían a la normalidad.
Bailar era la especialidad de los dos, tan apretados que por momentos parecía que se iban a sofocar el uno al otro, bailaron de todo y cuando terminaron parecían viejos amigos, sonriendo, jugando con las manos. Se veían ridículamente enamorados. En fin, el lenguaje del cuerpo es más propicio para el amor que las torpes y enredadas palabras. Dejaron caer bruscamente sus traseros en la silla y se miraron como dos niños con hambre, él extendió sus manos y tomó las de ella, eran cuatro manos sudadas tratando de enredarse, en una forma tan sensual que ella se mordió lentamente el labio inferior y él apretó sus piernas: estaba a punto de mojarse. Se fue y volvió.
- Tú sabías que a las mujeres nos gusta salir con hombres que tienen fama de mujeriegos, es preferible uno menos agraciado pero que nos hace sonrojar, a aquellos que despiertan comentarios sobre su hermosura. El uno despierta miedo y el otro ternura.
- Y yo, ¿a cuál pertenezco?
-¿Tú?...a los que se ponen rojos cuando la mujer que les acompaña llama la atención de todos los hombres. Piensan que es una puta, prefieren una fea a pensar que están haciendo el ridículo.
- Pero tú no eres ninguna fea.
- Claro que no...pero si soy una ...¡Puta!
El silencio invadió la mesa mientras la música sonaba en el ambiente:
"Si quiere usted sentir algo sin igual
venga para el trópico yo le haré
reír y gozar sin igual..."
- Eres realmente una mujer desconcertante, ahora resulta que ya no soy tu primera experiencia –por un momento se le humedecieron los ojos, pegajosamente pasó la lengua sobre sus labios para contener las lágrimas en su sitio- de todos modos eso no es importante, lo importante es que compaginemos, que tú desees estar conmigo y yo...¿qué puedo decir?...solamente que quiero...amarte con locura.
- Yo también quiero amarte y que me ames, quiero entregarme a ti. Tú eres el primer hombre que me gusta tanto y en ese sentido tú serás mi primera experiencia.
- Nos vamos a tu departamento- sugirió él con tono firme pero sin disimular la prisa.
- Mejor vamos al tuyo, la verdad es que no vivo sola, vivo con mis padres.
Mientras pagaba la cuenta, no sabía qué pensar, se sentía un poco desorientado, pero con la esperanza de que lo de puta fuera verdad. Puta o virgen o puta virgen que más da, pensó mientras ella sonreía y se sonrojaba. La música seguía a todo volumen:
"Bella y mía...solo mía
fría y bella...muy bella
muy mía...te amo como a nadie
tomémonos un trago uno y otro
hagamos el amor una y otra vez
hasta completar mil..."
Entrar a aquel departamento era como entrar a un hospital geriátrico, olía a deshecho humano, a ingratitud, a desesperación; y ella lo percibió, pero era muy tarde para arrepentimientos, su carne estaba encendida, su recato había quedado atrás de la puerta. Miró a su alrededor y pensó lo absurdo de entregarse a un hombre de quien ni siquiera recordaba su nombre, absurdo para la racionalidad, hermoso para el corazón, pensó tratando de justificar su presencia en un lugar con olor a pecado. ¡Definitivamente excitante! Para mañana todo será un hermoso recuerdo, se repitió en la mente, perdonándose de antemano. Se acercó al equipo de sonido y puso un disco, moviéndose como si estuviera absolutamente solo. La música comenzó a sonar.
- Este es Tomaso Albinoni. ¿Sabes el nombre de esta composición?
- No- contestó ella con completo desinterés.
- Adagio g-moll. ¿Sabes en qué año fue escrita?
- No, ni me interesa, estoy aquí para que me ames y no para recibir una clase de música clásica o como se llame. Dijo mientras se pintaba los labios y se sentaba cómodamente.
-¡IGNORANTE!- gritó -cómo piensas que pueda acostarme con una mujer que ni siquiera sabe quién es Albinoni- realizó un gesto de chimpancé macho y aplaudió con franca intención de intimidarla.
- Perdóname pero esa no es la forma de...
- Tratar a una mujerzuela –lo dijo tan fuerte que le dolió la garganta.
Rápidamente se aflojó el cinturón y se desabrochó la bragueta y de un violento movimiento se bajó los pantalones y calzoncillos hasta los tobillos.
-¿Sabes qué es esto?...a lo mejor no, pero sí sabes qué hacer con él...¿Verdad?. –Se lo tomó con sus dos manos y se rió como un anacoreta que acaba de encontrarse con su super-yo.
Sintió un inmenso deseo de correr, se vio fuera del departamento, pero tropezó con él. Eran unos brazos fuertes que la abrazaron firmemente hasta dejarla sin aliento. Un beso apasionadamente sucio selló su boca. El murmuró que la amaba y ella contestó entre lágrimas que también le amaba. Unas manos gigantescas llenas de fuerza y maña enredaron su cuerpo y la obligaron a ponerse de rodillas......Tomaso Albinoni es realmente único y su Adagio...¡FANTASTICO!...Yo, tú, él, ella, el yo y el ello sometidos a la influencia del dios Eros.
-¡Desnúdate! o ¿cobras por adelantado? -Decía nuestro amigo mientras le ayudaba a ponerse de pie frente a él.
- Lo que estoy haciendo, lo hago por sentimientos, por favor te pido que...
-¿Qué?...que te pague. –Sacó unos cuantos billetes y se los puso dentro del sostén.
Ella lloró tímidamente, con dignidad, mas sintió un placer nunca antes descubierto al sentir el roce del dinero con su piel. Decidió seguirle el juego aunque sabía que estaba en un límite peligroso; un callejón sin salida y sin retorno.
- Faltan algunos billetes -comentó, mientras se desabrochaba la blusa y sonreía de una forma satánica o enamorada, de cualquier manera estúpida.
- Sí, por supuesto, pero primero repitamos a Albinoni.
Y esta vez los dos completamente desnudos disfrutaron, más allá del placer, toda la noche de un espléndido concierto de cuerdas. El se durmió y ella lloró hasta el amanecer, sabía que no era ella, era otra. Sintió un arrebato dentro de su alma, una rebeldía que le obligaba a huir de aquel lugar, presintió que una cadena de desconocidos comenzaba, volvió a llorar y murmuró una y otra vez: No existe, no existe, no existe...¡El pecado!
El sol cumplió con su eterna trayectoria y alumbró a través de las ventanas. La repugnancia inundó la habitación, sintió que su cuerpo estaba sucio, su alma desolada y su corazón adolorido; todo por culpa de la prevaricación del cuerpo. El espíritu seguía inmaculadamente invisible. Recordó que era domingo y tenía que ir a misa con su familia, -rezaré con mucha fe y alcanzaré el perdón de Dios- pensó. Su mente se ofuscó y mientras trataba de rezar sin rozar el cuerpo desnudo tendido a su lado, murmuró repetidas veces: me vengaré de él y de Albinoni. Los tres Avemarías le librarían de morir en pecado mortal. Por supuesto que él dormía plácidamente.
Una larga ducha hace sentir a cualquier humano purificado de toda suciedad hasta de aquellos sucios y bien sudados pecadillos de la carne fácilmente perdonables. Allí, parada frente a la cama lucía tan insignificante como una bella y frágil mariposa a punto de volar, pensó que debía matarlo. Lo odiaba tanto, que dudó si era amor o locura. Por lo lastimero que resultaba aquel sentimiento tenía que ser desamor, sí, un rencor de mujer, una herida de amor recientemente abierta. Tal vez te ame, quizás te extrañe, pero me las cobraré –pensó casi en voz alta, - tan alta que el señor de la casa se despertó con movimientos lentos, como de león mofletudo, se incorporó, tenía un terrible sabor a placer en la boca que le obligó a sonreír. La energía hostil se le había desvanecido; muda por el momento pero poderosa. El Eros se mostraba agotado; con mucha dignidad por supuesto como corresponde a todo un dios.
- Estás hermosa, limpia y radiante como un sol. Tan hermosa que estoy celoso.
- No, por Dios nada de celos. Con ese pretexto terminarías agrediéndome físicamente.
-¿De dónde sacas esas ideas?
- Los hombres celosos pegan a las mujeres para demostrar su sensualismo, su amor, su fuerza y dominio...¿o no?.
-¡No!...los celos son una sentencia de amor, un veredicto a la belleza perfecta.
Ella dio un paso hacia atrás, presintió que aquel ser, con apariencia de hombre, la consideraba intolerable y bella, sonrió evitando la conversación. El estiró la mano con la misma intención que tuvo el padre Adán a las nueve de la mañana del día siguiente del suceso aquel de la manzana.
- Serías tan amable de levantarte y llevarme a casa, tengo que ir a misa con mi familia, en recompensa te prepararé un suculento desayuno mientras te duchas.
-¿A misa?
No hubo respuesta. Ella salió rumbo a la cocina y él hacia el baño purificador. Mientras se enjabonaba pensaba en las cosas realmente hermosas de la vida. Se enjabonó una y otra vez, eran treinta y cinco mujeres, todas tan frescas en la memoria, todas tan exquisitas, tan delicadas, cifra ridícula frente al impresionante récord del rey Salomón: sabio varón aquel, tan versificado Rey. Se enjabonó una vez por cada una de ellas una y otra vez hasta que le dio asco pensar. El desayuno estaría delicioso, el olor había invadido sus sentidos y despertado su apetito.
-¡Se quema! Algo se quema -gritó sin obtener respuesta alguna.
Corrió hacia la cocina para encontrarse con una terrible humareda que salía del horno. Ahí estaba la docena de huevos, que había comprado para la semana, todos estrellados y quemados sobre una masa negra que alguna vez fue un disco.
-¡Loca de mierda!... quemó al indefenso de Albinoni.
Se apresuró hacia el balcón para poder alcanzarla, aunque sea con la vista. Junto al equipo de sonido sobre la alfombra yacía, arrancado de cuajo y agonizante, el brazo del tocadiscos. Gracias a Dios el compact se salvó.
-¡Ha destruido los medios mas no los sentimientos! – dijo con melancolía, casi llorando –después de todo Albinoni fue culpable... pero el tocadiscos...
Salió al balcón y miró a la calle, allí estaba ella a punto de subirse a un taxi. Se miraron, ella sonrió como una virgen y él se sintió ligeramente mareado,- el mismo mareo de ayer.- pensó. No pudo contener su excitabilidad y gritó.
-¡MANUELA TE AMO TE AMOOOO AAAAAAAMMAMOOOR MIAAAAAAAMOOOOOO AMOR!
Ella subió al taxi mientras hacía sonreír a su cuerpo y a su espíritu, una venganza de amor siempre es beneficiosa para los males del corazón.
Nunca olvidaría aquel estúpido simio, gritándole desde un balcón que la amaba, mientras blandía su desnudez al mundo; y mucho menos a los desesperados gritos del cerebral Albinoni condenado al infierno por ser alcahuete de la complacencia de una pobre, desesperada e inocente mujer.
- Señor taxista apúrese que me atraso a misa a rogar por una vindicta bendita ¡Amén!
-¿Una qué?
-¡Vindicta!...¡IGNORANTE!